Al inicio de mi camino como meditador, asistí a un retiro del maestro estadounidense de meditación Allan Wallace. En una de sus charlas sobre los principios para la meditación, mencionó el término "Respirar sin un Yo". Al escucharlo, no podía entender a qué se refería exactamente. ¿Cómo podía haber un "no yo" en la respiración? Ciertamente, no pude comprenderlo en ese momento; tuvo que pasar tiempo de práctica antes de poder sentir que la respiración parecía carecer de un "yo".
Es complejo para nuestra mente mundana, acostumbrada a la distracción de lo que la rodea y al flujo de pensamientos sobre el pasado y el futuro, identificar aspectos tan sutiles y reveladores de la experiencia como este. Es necesario cultivar atención y concentración para poder sentir que la respiración no necesita de una mente para respirar, ya que el cuerpo sabe hacerlo por sí mismo.
Entonces, ¿qué significa respirar sin un "yo"? Significa permitir que la respiración fluya de forma natural, sin interferencias ni manipulaciones por parte de nuestra mente. Ese "yo" controlador puede interponerse en nuestra forma de respirar, acelerando o alargando la inhalación y la exhalación, en un intento por mejorar la experiencia y ajustarla a lo que creemos que debería ser.
Cuando nos sumergimos en la experiencia de respirar sin un "yo", nos abrimos a la esencia misma de la vida. En lugar de intentar controlar o manipular nuestra respiración, simplemente nos entregamos al flujo natural del aire en el cuerpo, permitiendo que cada inhalación y exhalación se desarrolle sin esfuerzo ni resistencia. Aunque pueda parecer sencillo al leerlo, entenderlo y practicarlo puede suponer una gran dificultad para muchas personas, llegando incluso a condicionar toda la práctica de la meditación. Solo cuando aprendemos a soltar el control de la experiencia y aceptar que la respiración puede fluir de manera autónoma y natural, podemos tener una comprensión profunda de que no todo está bajo ese "yo", sino que éste puede comenzar a perder peso y espacio en la experiencia, para ser simplemente la experiencia del momento presente: ser la respiración.
Existen muchas enseñanzas dentro de la meditación con atención a la respiración. Es una de las primeras prácticas que se aprenden dentro del mindfulness y prácticamente en cualquier proceso de meditación, pero no está relacionada únicamente con un nivel básico de práctica o con principiantes. Puedes pasar toda tu vida desarrollando tu práctica de meditación solo con atención a la respiración e ir aprendiendo de todo lo que va surgiendo en ella.
Podemos aprender a aceptar cada respiración tal y como es. Cuando descansamos en nuestra respiración y aprendemos a confiar en la sabiduría de nuestro cuerpo, estamos entrenando directamente la experiencia de aceptar cada momento exactamente como lo estamos experimentando, sin tratar de modificarlo o cambiarlo. La calma comienza a surgir cuando la lucha cesa.
Ser consciente de cada inhalación es la constatación física de nuestra existencia. Podemos celebrar que estamos vivos cuando reconocemos la inhalación. Solo los vivos pueden respirar, y esa respiración comienza con la entrada de aire en el cuerpo. El oxígeno alimenta cada órgano y célula de tu cuerpo, aportando energía y vitalidad. La inhalación te conecta de manera única y directa con el momento presente, trayendo tu atención al aquí y ahora de forma natural, conectándonos con la vida.
De igual manera, cada exhalación es una metáfora física de la experiencia de soltar y dejar ir en nuestras vidas. Estamos entrenando la habilidad de soltar aquello que tarde o temprano cambiará o desaparecerá. La exhalación es una gran liberación, un reposo amable e íntimo en la necesidad de dejar ir aquello que ya no necesitamos o que simplemente debe seguir su propio curso. Dejar de aferrarnos y aprender a soltar es un gran descanso para el cuerpo y para la mente. Soltamos nuestros pensamientos, soltamos nuestras emociones, dejamos que nuestro cuerpo cambie en el inexorable paso del tiempo, y todo ello con una consciencia amable y compasiva.
Estar en la respiración también nos brinda la posibilidad de fluir y experimentar los procesos, mantenernos en calma y conscientes ante las diferentes sensaciones, pensamientos y emociones que experimentamos sin tener que analizar, cuestionar o cambiar nada. Toda la vida es un proceso en constante cambio. Si aprendemos a fluir, estamos generando una enorme fuente de bienestar y felicidad. Cada respiración surge por sí misma; no puedes dejar de respirar de manera voluntaria, ya que en algún momento tu cuerpo saldrá al rescate y te obligará a tomar una inhalación. La prioridad de tu cerebro es que vivas. Al igual que tu respiración, los procesos en la vida surgen por sí mismos, y la mayoría de las veces no los elegimos, sobre todo aquellos que conllevan más dificultad y sufrimiento. Con nuestra práctica, aprendemos a reconocerlos y a dejarnos fluir en ellos, ofreciendo la menor resistencia posible, aunque con la claridad y conciencia suficientes para tomar las decisiones que consideremos más apropiadas en cada momento.
La respiración es el acto de mayor autocuidado que experimentamos en nuestra vida. Es una manifestación clara y determinante de nuestra intención de seguir viviendo. Es lo primero que hacemos al llegar a este mundo, y lo último que dejamos de hacer cuando lo abandonamos. Cuando estamos atentos a nuestra respiración, estamos conectando con nuestra necesidad de cuidado, amor y compasión. Podemos sentir cómo el cuerpo se cuida a sí mismo y podemos empezar a generar esa misma actitud hacia todas las experiencias de nuestra vida.
Cuando nuestra atención está lo suficientemente estable en nuestra respiración, podemos comenzar a reconocer los espacios de vacío, en los que no hay experiencia como tal, sino un inmenso espacio de conciencia en el que ya no hay un "yo" definido y marcado, sino un todo al que pertenecemos de manera conocida, una conciencia que va más allá de nuestros límites materiales para conectarnos con algo que nos expande y trasciende sin límites.
Todo esto podemos aprender y experimentar en cada respiración. Respiramos unas 23.000 veces al día; tenemos muchas oportunidades en nuestra vida para aprender de aquello que somos y que no somos en el mismo instante.