Posiblemente algo tan simple como parar y dejar de hacer sea una de las acciones más revolucionarias y disruptivas que podamos llevar a cabo en el contexto social en el que nos encontramos.
Una verdadera revolución social: parar y dejar de hacer. ¿Puedes imaginarte los efectos en nuestras vidas? Si todo lo que nos rodea tuviese un proceso de desaceleración progresivo, en el que la vida se fuese ralentizando hasta poder ser conscientes de cada momento y experiencia que vivimos, disfrutarlas y saborearlas profundamente sin tener que estar reaccionando a los numerosos estímulos que nos propone nuestra vida modernista.
La propuesta no es abandonarnos a la vida contemplativa, aunque tampoco sería una mala idea, sino aprender a generar un ritmo de vida que nos permita saborear cada momento que desarrollamos en ella. Podemos seguir avanzando, encontrando soluciones y desarrollando nuestra sociedad desde una presencia consciente, calmada y amable. Los resultados de nuestros avances se verán afectados positivamente. Los efectos de las acciones inconscientes, reactivas e impulsivas del ser humano son palpables a nuestro alrededor: la depresión, la ansiedad y otros problemas psicológicos se extienden como una plaga en el mundo occidental; la naturaleza se retuerce y nos muestra su enfermedad, haciéndonos partícipes de ella enfermando a su lado.
A nada que llevemos atención a los efectos de la hiperactividad y la aceleración en todo lo que nos rodea, podremos comprobar las consecuencias tan nefastas que tienen en la calidad de nuestra vida, en la forma en la que vivimos las experiencias y en la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Cómo construimos nuestras relaciones y cómo desarrollamos esa difícil tarea que supone estar en interacción con otros seres humanos, seres vivos y naturaleza también se ven afectados por la aceleración. La propia relación intrapersonal, esa que establecemos con nosotros mismos: cómo nos tratamos y nos hablamos; cómo afrontamos la adversidad y el conflicto; cómo nos acercamos a nuestra naturaleza humana y nos acercamos al siguiente momento.
Ahora mismo escribiendo este breve ensayo, conectó con mi propia necesidad de correr para terminarlo, una necesidad que surge del interior como una voz que me indica que hay que hacer lo siguiente, cuanto antes y lo más rápido posible. Ese impulso que me lleva a valorar la posibilidad de dejar este texto incompleto, o simplemente terminarlo sin mucha profundidad. Tal vez ese impulso sea la suave inercia del movimiento que se origina con las diferentes relaciones a las que me expongo: trabajo, redes sociales, correo, noticias…todo surge y desaparece tan rápido que apenas tengo tiempo de reconocerlo, analizarlo, investigarlo o sentirlo. Esa inercia que me lleva a notar que todo es demasiado rápido como para poder experimentarlo profundamente y dejar que el momento pueda asentarse en mí en toda su plenitud.
“Consumir nuestro tiempo se ha vuelto en nuestra principal tarea, debemos ir consumiendo el tiempo que se nos ha dado, incluso sin importar en qué o cómo lo estamos consumiendo, lo importante es devorarlo.”
No es una tarea fácil tomar conciencia de esa aceleración sistémica. Estamos tan inmersos en ella que lo hemos aceptado y validado como la única forma de relación que la tecnología y, la llamada, “vida moderna” nos propone en este momento de la humanidad. De forma inconsciente nos subimos a los que nos proponen y sin valorar sus efectos comenzamos a relacionarnos desde esa perspectiva. Comemos rápido, hablamos rápido, andamos rápido e incluso tenemos relaciones sexuales rápidas. Consumir nuestro tiempo se ha vuelto en nuestra principal tarea, debemos ir consumiendo el tiempo que se nos ha dado, incluso sin importar en qué o cómo lo estamos consumiendo, lo importante es devorarlo.
Esta velocidad en la que estamos inmersos nos desconecta irremediablemente de la vida y, paradójicamente, tiene el catastrófico resultado de que, aunque vivamos muchas más experiencias, estas sean con menor conciencia y presencia.
Hace poco estuve dirigiendo un retiro de meditación en silencio con mi maravillosa amiga y compañera Gaëtane Hermans. El retiro supone un espacio en el que voluntariamente interrumpimos la aceleración de nuestras vidas y entramos en un espacio seguro en el que simplemente estar y ser cada momento de la experiencia. Los primeros días de los retiros de silencio suelen sentirse con resistencia, estamos desacelerando nuestra vida y eso supone un gran reto para nuestra mente y para nuestro cuerpo. Para ayudar a comprender este proceso a los participantes se me ocurrió utilizar la metáfora del tren de alta velocidad. Cuando ves pasar un tren de alta velocidad es difícil que puedas tomar conciencia de los detalles del tren, eres consciente de la masa, incluso de su forma pero de poco más. La imagen es tan rápida y momentánea que tu mente no puede registrar aquello que está viendo y sólo puede reconocer una pequeña parte de la experiencia. Ahora, si cogemos otro tipo de tren, un tranvía que transita en ciudades tan preciosas como Valencia o Lisboa, podremos reconocer sus detalles, incluso algunos muy precisos, como las letras, los diferentes colores o ¡las personas que van dentro! El objeto, en este caso el tranvía, ya no es algo confuso o borroso sino que se muestra con claridad y nitidez. Esa claridad y nitidez nos tranquiliza, no estamos intentando averiguar qué es lo que estoy mirando sino que realmente lo estoy viendo, no hay nada que tenga que imaginar, buscar o averiguar, está ahí, tal y como es.
Esta experiencia de parar, desacelerar nuestra vida, y empezar a ver con claridad es realmente liberadora. Cuando paramos no solo nos damos cuenta con mayor claridad de todo lo que hay a nuestro alrededor, sino también de lo que está surgiendo dentro de nosotros. Todos esos pensamientos, emociones y sensaciones que de forma continua nos conectan con el mundo y con todo lo que está sucediendo. Ese maravilloso momento en el que nos reconocemos como seres humanos sintientes que están experimentando la vida. La relación con la experiencia.
Puedes empezar a liberarte de esa velocidad cuando aprendes a parar y volver a ver con una mirada renovada y consciente. Cuando nos sentimos desconectados, sin conciencia del momento presente, es fácil que nuestro cerebro rápidamente entre en modo automático, reaccionando impulsivamente a cualquiera de los estímulos que recibe en su labor más primitiva de protegernos y garantizar nuestra supervivencia. De nuevo comenzamos a acelerar nuestra relación con el mundo. Tienes otra opción, a veces realmente desafiante y transgresora, pero puedes salir de esa aceleración y generar un espacio de mayor presencia ante lo que estás experimentando.
Dependiendo del momento esta elección es más fácil o no. Por ejemplo, si me marcho un fin de semana a la playa o la montaña es indudable que esta posibilidad de parar se antoja más propicia, e incluso deseable. Pero no siempre estamos en fin de semana o espacios de calma y tranquilidad. El verdadero desafío se presenta en los contextos donde la aceleración y la hiperactividad es el modo de relación primario, es aquí donde realmente tenemos que pasar a la acción y empezar a construir un nuevo espacio más saludable y respetuoso con nuestra salud física y mental. ¿Realmente hay algo más importante?
Te propongo aquí algunas recomendaciones que te pueden ayudar a generar ese espacio. Te animo a que lo experimentes y puedas comprobar por ti misma cómo se siente tu cuerpo y tu mente en ese proceso de cambio:
“Aprender haciendo (Learning by doing)” es uno de los procesos en los que el ser ser humano integra con mayor profundidad las experiencias. Si queremos “parar” tenemos que hacerlo. Puedes empezar estableciendo en el día breves momentos en los que dejar de hacer por completo, simplemente para y mantente 5 minutos sin hacer nada, sin escuchar música, ni revisar tu móvil o leer. Nada de nada. Es posible que comiences a sentirte incómodo, alguna sensación desagradable en tu cuerpo o en tu mente, es la resistencia a la inercia de la aceleración e hiperactividad. Mantente de forma amable en tu intención y deja que esos 5 minutos se vayan consumiendo. Puedes llevar tu atención a aquello que estás notando en forma de sensación corporal, ruidos, olores, temperatura…todo aquello que te mantenga conectado con el lugar y el momento en el que estás. Intenta realizarlo dos a tres veces al día y observa los efectos que va produciendo en ti: ¿cómo te sientes después?
Estas pequeñas pausas son en sí mismas una práctica informal de mindfulness, estás comenzando a estar más presente en tu vida. También pueden ser el inicio de la práctica formal de mindfulness. Puedes empezar a entrenar tu mente para que su estado sea más calmado y te ayude a gestionar los desafíos de tu día a día con mayor conciencia y resiliencia. Una vez al día busca un lugar en el que puedas sentarte en silencio y dirige tu atención ,con amabilidad y suavidad, a las sensaciones de la respiración en tu cuerpo. Deja que tu respiración vaya fluyendo tal y como surge en cada momento, a veces puede ser más lenta y profunda y otras veces más rápida y superficial, no cambiamos la forma de respirar, solo nos hacemos presente en ella. Cuando tu atención se marche a algún pensamiento o estímulo solo tienes que reconocer que eso ha sucedido y volver para seguir notando tu respiración, cultivando una actitud amable y sin quedarte enganchado en juicios sobre la experiencia. Lo que es, es.
Puedes utilizar el audio de meditación al final del texto para que te ayude en tu intención.
Hay situaciones en las que sin duda tendremos que responder con inmediatez y rapidez a las demandas, pero no siempre es así, aunque lo percibamos de esta forma. La inercia de nuestra aceleración hace más fácil que reaccionemos impulsivamente ante cualquier estimulo sin valorar si realmente es urgente o importante en ese momento. Puedes también empezar a cambiar también esta forma de relación en tu día a día:
No siempre tienes que estar disponible. Salvo que tu labor principal sea contestar mails, mensajes o atender el teléfono, normalmente las funciones en nuestra vida profesional van más allá de ser un servidor de correo. Establece periodos en los que contestar a tus mensajes y peticiones. El resto del tiempo incluso puedes cerrar tu aplicación de correo o silenciar tu móvil. Notarás como tu atención puede centrarse en la tarea que estás realizando y por tanto reducir los estímulos. Mejorará tu rendimiento, eficacia y eficiencia.
Cuando recibas un mail o un mensaje, especialmente si éste entraña un desafío, para un momento, lee el mensaje y de nuevo vuelve a parar. Puedes realizarte las siguientes preguntas: ¿es necesaria un respuesta urgente? ¿tengo la conciencia y presencia suficiente para responder con claridad? ¿qué emociones estoy sintiendo en este momento? ¿esto está ocurriendo en mi periodo de desconexión? Si es así, ¿cómo puedo respetar mi espacio?
En nuestros espacios de vida personal también puedes aplicar la misma lógica, puedes permitirte periodos de desconexión a redes sociales y mensajes y disfrutar de tus relaciones “reales”. Te sentirás mejor al estar presente en tu vida.
Dedicar tiempo a nuestras relaciones y comunicaciones personales es el mejor regalo que puedes hacerte a ti mismo y a los demás. Y si pueden ser presenciales, mejor que mejor. El ser humano necesita de estas relaciones para sobrevivir, incluso nuestra mente se siente mejor cuando estamos en relación. Ahora bien, el estar presente en la relación también es un acto intencional. Estar presente para la otra persona, escuchando con atención y amabilidad, hablando con autenticidad y sinceridad, requiere de conciencia e intención. Parar en nuestras relaciones nos permite tomar las riendas del momento y poder gestionar los impulsos que nos desconectan automáticamente: interrumpir continuamente, quedarme atrapado en mi diálogo interno sin realmente conectar con el dialogo de la otra persona, o lo más moderno, estar consultando el móvil cada cierto tiempo a la vez que establecemos una conversación (si, aunque sea difícil de admitir ocurre constantemente). Para, respira y vuelve a estar presente. Vuelve una y otra vez al momento que estás compartiendo con la otra persona, este es único e irrepetible, mereces vivirlo en plenitud.
Llevar a cabo estas acciones no es un proceso fácil ni tampoco rápido. Todo aquello que realmente nos transforma profundamente y nos aporta bienestar requiere tiempo y paciencia. No desvanezcas en tu intención y abre cada vez más espacios en los que el parar tenga su lugar y su tiempo. José Antonio Marina, filósofo español, cita en uno de sus libros este texto que me parece realmente certero sobre la intención del ser humano y la responsabilidad sobre sus acciones: “Cada uno de nosotros tiene que tomar la decisión de proseguir o retroceder. De colaborar en el vuelo o de ser un peso muerto y lastrarlo”
¿Cómo quieres que sea el vuelo de tu vida?